A los pies de la cordillera del Alto Atlas, vestida con palmeras y maquillada de ocre, Marrakech es la capital del sur marroquíy la ciudad estrella del circuito imperial. Las murallas rosadas y la Koutoubia, el minarete principal de 70m de altura, crean el ambiente: cálido por supuesto.
¿O podría ser de otra manera en Marrakech-la Sahariennne? Ya preparados -aunque nunca tanto para lo que les espera-, los viajeros se asoman a Jemma el-Fna, la gran plaza que entona la identidad eufórica de la ciudad.
Casi como una paradoja del paso del tiempo, el nombre jemma el-Fna significa reunión de muertos y hace una escalofriante referencia a cuando los sultanes ejecutaban a los criminales y exponían allí sus cabezas.
Acaso para no pensar en aquellos años turbulentos, surgieron nuevas definiciones, como patio de maravillas. Incluso entre los hombres de las montañas es conocida como la plaza loca.
No hay un monumento que marque el centro, porque todo es centro: cada metro cuadrado de la plaza alberga un entretenimiento distinto. El sonido predominante pertenece a una flauta afónica, incesante, utilizada por encantadores de serpientes.
Estos hombres llegan cerca del mediodía con un cesto del que extraen un puñado de reptiles; se acomodan en el piso, extienden una alfombra y ios excitan para que interrumpan su somnolencia y permanezcan amenazantes, pero hipnotizados por la melodía.
¿O podría ser de otra manera en Marrakech-la Sahariennne? Ya preparados -aunque nunca tanto para lo que les espera-, los viajeros se asoman a Jemma el-Fna, la gran plaza que entona la identidad eufórica de la ciudad.
Casi como una paradoja del paso del tiempo, el nombre jemma el-Fna significa reunión de muertos y hace una escalofriante referencia a cuando los sultanes ejecutaban a los criminales y exponían allí sus cabezas.
Acaso para no pensar en aquellos años turbulentos, surgieron nuevas definiciones, como patio de maravillas. Incluso entre los hombres de las montañas es conocida como la plaza loca.
No hay un monumento que marque el centro, porque todo es centro: cada metro cuadrado de la plaza alberga un entretenimiento distinto. El sonido predominante pertenece a una flauta afónica, incesante, utilizada por encantadores de serpientes.
Estos hombres llegan cerca del mediodía con un cesto del que extraen un puñado de reptiles; se acomodan en el piso, extienden una alfombra y ios excitan para que interrumpan su somnolencia y permanezcan amenazantes, pero hipnotizados por la melodía.