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jueves, 28 de abril de 2011

Cuevas costeras en San Pietro y Marina


Puede recorrerse cómodamente en un par de horas y sus calles resumen gran parte del acervo histórico y cultural de la región en un clima dominado por la distensión.

Su estratégica ubicación -en un recodo del Monte San Biagio- lo hace invisible desde el mar, sumiéndolo en las sombras durante gran parte del año.

El impulso natural es perderse en este laberinto de construcciones de piedra congregadas alrededor de la iglesia madre, para encontrarse con una serie de tesoros que identifican la idiosincrasia de il paese. Las estrechísimas callecitas del bor-go atraviesan antiguos portales, interminables escaleras, primitivas arcadas de piedra e innumerables edificios religiosos desde el Capocasale hasta la Piazza Buraglia, colmada de mesitas y sillas que invitan a disfrutar de las delicias locales de Le Due Rose o un helado de la Gelateria.

La artesanía se luce por doquier en canastos y piezas de cerámica; en varias fachadas se aprecian números pintados de diferentes colores y tamaños, legado de una muestra internacional de pintura que se realiza anualmente y convierte estas calles en una galería a cielo abierto donde las obras quedan en exhibición día y noche hasta la subasta final.

Dominando la escena, un antiguo monasterio del siglo XVIII captura las miradas; el Convento -que supo dar albergue a las monjas de 8 la orden Visitandine- inició su decadencia a partir del dominio francés y permaneció en desuso durante años.

Posteriormente fue remodelado para acoger a los primeros visitantes VIP de Maratea y hoy se ha convertido en "La Locanda Delle Dónne Monache", un exclusivo hotel que fusiona el estilo original con el retro avant garde en íntimos espacios de piedra de más de una centuria, camas con baldaquines y hasta tinas de baño cavadas en el lecho rocoso original de la Locanda.