Sus orígenes se remontan a la antigüedad, cuando en narraciones de fuentes desconocidas se hablaba de unas islas maravillosas, donde se podía disfrutar de una eterna primavera. ¡El Edén! Siete paisajes, siete puertas abiertas, cuya influencia ha conformado una cultura de gente que sabe vivir asimilando lo de afuera sin dejar de responder a su herencia.
Tenerife, la más grande de las siete islas españolas, se presenta como una hermana mayor: coqueta y con un humor muy particular. Así como se le antoja tener un norte verde, fértil, húmedo y tropical, se le ocurre también poseer un sur volcánico, un poco más árido y teñido de ocre. Al mismo tiempo es muy reservada con sus acantilados, casi inaccesibles, impresionantes, ajenos al mundo y al tiempo; y es ostentosa cuando muestra sus brillos en playas bañadas de luz y oro. De noche se viste de gala y recibe a los invitados en sus ciudades llenas de fiesta.
El volcán Teide, monumento natural y el pico más alto de España, se divisa con sus nevadas cumbres desde las templadas aguas de la costa. Los numerosos conos y tubos volcánicos dividen a la isla en dos y marcan una frontera que separa ambos mundos: el norte, beneficiado por la humedad de las nubes que los vientos alisios estrellan en las cumbres, ofrece el paisaje verde y húmedo de La Orotava y La Laguna; el sur, sin embargo, muestra un paisaje desértico, de cielos limpios de nubes y de tierra rojiza. Dos bellezas distintas que demuestran la diversidad insular.
A la hora del chapuzón hay que darse una vuelta por Las Teresitas, donde se encuentran las mejores playas. Las Américas y Los Cristianos son igualmente atractivas, pero muchas veces se llenan de gente; ergo, una buena idea es recibir la noche por estos lados, ya que aquí empieza la "movida". En medio de pubs y pequeñas "discos", una gitana baila en un tablao, tap-tap-tape-tetap y ¡ole!, el público aplaude y pide bis.
Durante el día es recomendable visitar el Loro Parque, en el pintoresco Puerto de la Cruz con excelentes jardines tropicales, que contiene una colección de loros inusualmente grandes, multicolores y gritones, dispersos entre el público. Luego de caminar y caminar entre papagayos, flamencos, tigres y chimpancés, se llega al acuario y de allí a un largo túnel vidriado por donde nadan encima de las cabezas de los visitantes enormes tiburones, mostrando sus afilados dientes.
Para apaciguar los ánimos y contagiarse del espíritu calmo del Mediterráneo, nada mejor que darse una vuelta por los pueblitos Garachico, Icod de los Vinos, La Orotava y La Laguna. La hospitalidad está incorporada al espíritu de los canarios, quienes hablan con un simpático acento, mezcla de español y centroamericano. En estas villas se puede encontrar las mejores artesanías y artículos típicos de las islas, tabernas con parroquianos que trinan en eternas partidas de dominó, callecitas de piedra y faroles que enmarcan románticos paseos por la noche... Quien busque espíritu playero, por aquí no lo encontrará.
Tenerife, la más grande de las siete islas españolas, se presenta como una hermana mayor: coqueta y con un humor muy particular. Así como se le antoja tener un norte verde, fértil, húmedo y tropical, se le ocurre también poseer un sur volcánico, un poco más árido y teñido de ocre. Al mismo tiempo es muy reservada con sus acantilados, casi inaccesibles, impresionantes, ajenos al mundo y al tiempo; y es ostentosa cuando muestra sus brillos en playas bañadas de luz y oro. De noche se viste de gala y recibe a los invitados en sus ciudades llenas de fiesta.
El volcán Teide, monumento natural y el pico más alto de España, se divisa con sus nevadas cumbres desde las templadas aguas de la costa. Los numerosos conos y tubos volcánicos dividen a la isla en dos y marcan una frontera que separa ambos mundos: el norte, beneficiado por la humedad de las nubes que los vientos alisios estrellan en las cumbres, ofrece el paisaje verde y húmedo de La Orotava y La Laguna; el sur, sin embargo, muestra un paisaje desértico, de cielos limpios de nubes y de tierra rojiza. Dos bellezas distintas que demuestran la diversidad insular.
A la hora del chapuzón hay que darse una vuelta por Las Teresitas, donde se encuentran las mejores playas. Las Américas y Los Cristianos son igualmente atractivas, pero muchas veces se llenan de gente; ergo, una buena idea es recibir la noche por estos lados, ya que aquí empieza la "movida". En medio de pubs y pequeñas "discos", una gitana baila en un tablao, tap-tap-tape-tetap y ¡ole!, el público aplaude y pide bis.
Durante el día es recomendable visitar el Loro Parque, en el pintoresco Puerto de la Cruz con excelentes jardines tropicales, que contiene una colección de loros inusualmente grandes, multicolores y gritones, dispersos entre el público. Luego de caminar y caminar entre papagayos, flamencos, tigres y chimpancés, se llega al acuario y de allí a un largo túnel vidriado por donde nadan encima de las cabezas de los visitantes enormes tiburones, mostrando sus afilados dientes.
Para apaciguar los ánimos y contagiarse del espíritu calmo del Mediterráneo, nada mejor que darse una vuelta por los pueblitos Garachico, Icod de los Vinos, La Orotava y La Laguna. La hospitalidad está incorporada al espíritu de los canarios, quienes hablan con un simpático acento, mezcla de español y centroamericano. En estas villas se puede encontrar las mejores artesanías y artículos típicos de las islas, tabernas con parroquianos que trinan en eternas partidas de dominó, callecitas de piedra y faroles que enmarcan románticos paseos por la noche... Quien busque espíritu playero, por aquí no lo encontrará.