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Guía turística en Kenia

Viajar por Kenia requiere de todas las cosas que uno normalmente lleva cuando parte de viaje . Sin embargo, hay consejos que siempre viene...

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jueves, 18 de agosto de 2011

Souks - Mercados de Fez


Cuando el viajero conoce los verdaderos souks -mercados- de Fez, advierte de una vez la diferencia: nunca podrían estar vacíos porque, como si se tratara de un atributo fundamental, son exuberantes. La mejor guía es dejarse llevar por las escaleras que suben, bajan y desembocan en pasajes que siguen y doblan hasta agotarse en alguna cortada.

Hay que perderse, cederle el paso a ese burro cargado con alforjas panzonas y detenerse a conversar -en francés o español precario- con los artesanos asomados desde los pequeñísimos locales.

En un rincón de la medina, los que trabajan el cuero llevan la delantera en materia de marketing personal, sin inversión. El hedor que emana de los teñideros basta para que uno se pregunte qué es y cualquiera responda: siga la flecha.

Hasta se implemento, en un balcón de la zona -por supuesto, se cobra entrada- una especie de mirador didáctico. Desde allí, se descubre un centenar de cubos emplazados en la tierra y llenos de líquidos colorantes dentro de los que chapotean los tintoreros mientras sumergen las planchas de cuero.

A pesar de su naturaleza efervescente, los pasadizos de Fez se aquietan frente al portal de la mezquita Karayouine. Aunque el ingreso está restringido a los no musulmanes, desde la entrada se ven los grupos de arcos de medio punto sobre cuya base los fieles se recuestan y, en un silencio impasible, conversan con Alá. Poco a poco, casi como un reflejo, el cuerpo busca tranquilidad y comienza a alejarse del enjambre de pasajes para expandirse, a sus anchas, en las avenidas del centro moderno.

Según el escritor marroquí S. M. Hassan, su país "se parece a un árbol cuyas raíces penetran hondamente en el suelo de África y que respira gracias a su follaje, que susurra a los vientos de Europa. Pero, también se extiende hacia el oriente, al que nos unen lazos culturales".

Así, debido a su estratégica posición geográfica, el reino de Marruecos fue, desde siempre, un territorio propicio para el encuentro y mezcla de razas.

jueves, 4 de agosto de 2011

Conociendo a Marruecos


A orillas del océano Atlántico, la capital del reino es bastante más serena y algo más ordenada que el resto de las ciudades imperiales. Conocida por sus bulevares de palmeras y flores, y el blanco de sus construcciones, Rabat es la residencia del rey Sidi Mohamed, hijo y sucesor de Hassan II.

Al referirse a la capital, inmediatamente se nombra a su hermana, Salé, sobre la margen derecha del río Bou Regreg. En el siglo X, una tribu de musulmanes bereberes fundó el pueblo de Salé (llamado Chella por los romanos) y del otro lado del río, un fortín para guarecer a los soldados. En 1150, el gran líder Abd El Moumen convirtió la modesta fortaleza de Rabat en una base de operaciones militares.

El nombre de la ciudad tiene su origen en aquella primera fortaleza o ribat. Cuando uno se acostumbra a la cotidianidad marroquí, se siente la necesidad de recorrer los souks, registrar imágenes y personajes nuevos, tomar un café en un fondouk o bar tradicional.

Así, cuando el orden de la ville nouvelle aburra, es posible desviarse por la avenida Hassan II, hacia la muchedumbre caótica de la medina.

En el mercado de los orfebres, Mohamed trabaja pacientemente el bronce con su martillo; los golpeteos ensordecedores parecen no molestar a su amigo Abdel que le habla sin cesar. Mohamed cada tanto se sonríe, pero no quita la vista de la bandeja que está a punto de terminar.

A pie por Souika, la calle principal, los distintos souks, de alfombras de seda, de babouches (chinelas típicas, en cuero) y calzado en general, de comida, de joyeros y de cerámica. Uno de los lugares más misteriosos de Rabat es el interior de la Kasba des Ouda'ías, la ciudadela fortificada que bien protegió a la tribu de los Ou-daías. El ingreso es por una puerta maciza y de relaciones armónicas, construida por Yacub El Mansour.