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miércoles, 4 de enero de 2012

De Bizancio a Estambul


Cuando los días del Imperio Romano estaban contados, se consideró conveniente elegir una nueva capital lejos de la turbulenta Roma.

Bizancio resultó entonces el lugar adecuado porque permitía una buena defensa y además estaba ubicada en la principal ruta comercial entre Asia y Europa. En el año 330, Constantino denomió a la ciudad Constantinopla y la convirtió en la capital del Imperio Romano de Oriente.

Con la caída de Roma, aquella quedó como la única capital, convirtiéndose en el centro del imperio Bizantino a lo largo de un milenio. Lo que nadie sabe en realidad es la fecha en que se fundó Bizancio. Lo que existe es una leyenda que cuenta que Bizas, de la ciudad Megara, consultó al oráculo de Delfos en qué lugar fundar una ciudad.

La respuesta del oráculo fue "Frente a los ciegos", por lo que Bizas y su comitiva comenzaron a deambular por la región hasta que llegaron a la colonia fenicia de Chalcedon. Aquel grupo de hombres se preguntó una y otra vez por qué la colonia no se había instalado en la cercana zona de Sarayburnu, enclavada en un sitio mucho más hermoso desde el punto de vista natural, por lo que rápidamente llegaron a la conclusión de que los fenicios eran "los ciegos del oráculo".

La belleza de la zona y la fe religiosa dieron mucha fuerza interior al sultán Mehmet el Conquistador en 1453, cuando reconquistó la ciudad arrasada por la Cuarta Cruzada y la llamó Estambul, para inmediatamente abocarse a la tarea de construir palacios, mezquitas y los tradicionales baños turcos.

Además de esa opulencia medieval, el viajero contemporáneo puede encontrar la magia tradicional de la arquitectura oriental, inserta en el hormigueo de una ciudad habitada por 12 millones de personas.

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