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jueves, 3 de febrero de 2011

San Fransisco - Pelourinho y sus Iglesias


No es posible describir esta ciudad sin mostrar los rasgos de su gente: una mezcla de descendientes de europeos y de esclavos traídos desde África en bodegas que no solo transportaban personas como si fueran ganado, sino también su cultura, sus creencias, sus mitos, su música, arte y sabiduría.

Y es esa gente -y solo ella- la que le dio vida y nombre, y se lo sigue dando. No es casual encontrar a las mujeres vestidas de blanco y ataviadas con turbantes, cocinando manjares típicos detrás de una mesita en plena calle.

Ni rastrear lo más profundo del sincretismo religioso afroamericano en alguna ladera empedrada, bordeada por casitas humildes de las que se escapa el batir de los tambores. Solo aquí aparecen los hombres vestidos de blanco que parecen bailar y están luchando, o viceversa, en esa práctica marcial que es la capoeira, donde la estética surte más efecto que la violencia.

Las callecitas del Pelourinho están sembradas de iglesias, como toda la ciudad. Verdad o leyenda, los bahianos juran que su ciudad tiene 365 iglesias, una por cada día del año. Y que además alberga a la más fastuosa de todas: el complejo arquitectónico formado por la iglesia de San Francisco y la iglesia de la Tercera Orden de
San Francisco.

Esta última, s más pequeña, conserva entre sus muchos tesoros un cuadro del siglo XVIII al que, si se lo mira desde un lado y después desde el otro, se tendrá la sensación de que los ojos del personaje siguen al espectador y que su expresión cambia.

No son especialmente limpias las calles del Pelourinho, sino más bien lo contrario; se conservan sus orígenes a la vista. Hombres ricos, dueños de ingenios, haciendas y vidas esclavas, solían tener en esta zona sus altas residencias.

Y muy cerca estaba una especie de plaza seca (Largo do Pelourinho) en la que se castigaba a los negros rebeldes. Con el tiempo, las mansiones de antaño se fueron transformando en sórdidos conventillos en los que se hacinaban familias de todo origen. Poco queda de las historias trágicas, solo las paredes en las que han transcurrido.

Hoy, esta parte de Bahía es un centro turístico de primer nivel, con bares en las veredas angostas, locales de venta de artesanías y joyas autóctonas, comerciantes que cuelgan las ropas tradicionales hechas con telas livianas, y extranjeros llegados desde los untos cardinales del orbe, observados sin disimulo por los habitantes de la zona.

El Largo do Pelourinho mantiene el aspecto del siglo XVIII, bordeado de casas coloniales superadas en altura por las torres orientales de la iglesia de Nuestra Señora de los Negros, construida por esclavos y hoy frecuentada por sus descendientes.