Si le quedan algunas horas libres luego de la seguidilla de procesiones, Sevilla ofrece diversos atractivos: como La Giralda, vecina a la Catedral y símbolo de la ciudad; el Museo de Bellas Artes, segunda pinacoteca de España; la Isla Mágica, un parque temático sobre el Descubrimiento de América; _a Alameda, mercado de pulgas de fama mundial, o el Mercado de animales, que aunque no se vaya a comprar una mascota vale la pena visitar y tomarse alguna caña en los bares de la zona. Ni qué hablar de ver una corrida de toros en la plaza de la Real Maestranza, cuya temporada empieza en abril.
Cuando los ecos de la Semana Santa todavía se pueden sentir a orillas del Guadalquivir, los sevillanos ya se preparan para la otra gran celebración del año, la Feria de Sevilla. Como este año la Semana Santa termina el 23 de abril, la tradicional Feria recién comenzará el 2 de mayo.
Los orígenes de esta tradicional semana de festejos datan de mitad del siglo XIX como feria de ganado, gracias a una petición de los sevillanos de adopción José María Ybarra y Narciso Bonaplata, que el ayuntamiento sevillano remitió a la reina Isabel II. Se ubicó en el Prado de San Sebastián, entonces en las afueras de la ciudad, y contó con 19 casetas.
En estas casetas, las familias sevillanas reproducían espacios de sus casas, adornando los suelos con ricas alfombras y muebles, para recibir visitas. Fue tal el éxito de público, que en 1950 hubo que separar el mercado de ganado, del recinto de esparcimiento y diversión.
Desde 1973, la Feria se ha establecido en el barrio de Los Remedios, en un terreno rectangular de algo más de kilómetro y medio de largo y seiscientos metros de ancho. Las calles son adornadas con miles de farolillos y por ellas puede verse durante el día el característico paseo de caballos, caballistas y coches tirados por enganches enjaezados y, a cualquier hora, el discurrir de la multitud, las mujeres con trajes flamencos y todo el mundo cantando y bailando sevillanas.
La Feria comienza cada año con el alumbrado, es decir, el encendido de las miles de lamparitas de luz de la portada, el lunes a las 12 de la noche. Termina el domingo siguiente con un espectáculo de fuegos artificiales.
Dicen los sevillanos que en la Semana Santa se mezcla alegría y pena, "porque cuando la semana llega, ahí mismo se empieza a ir".
Cuando los ecos de la Semana Santa todavía se pueden sentir a orillas del Guadalquivir, los sevillanos ya se preparan para la otra gran celebración del año, la Feria de Sevilla. Como este año la Semana Santa termina el 23 de abril, la tradicional Feria recién comenzará el 2 de mayo.
Los orígenes de esta tradicional semana de festejos datan de mitad del siglo XIX como feria de ganado, gracias a una petición de los sevillanos de adopción José María Ybarra y Narciso Bonaplata, que el ayuntamiento sevillano remitió a la reina Isabel II. Se ubicó en el Prado de San Sebastián, entonces en las afueras de la ciudad, y contó con 19 casetas.
En estas casetas, las familias sevillanas reproducían espacios de sus casas, adornando los suelos con ricas alfombras y muebles, para recibir visitas. Fue tal el éxito de público, que en 1950 hubo que separar el mercado de ganado, del recinto de esparcimiento y diversión.
Desde 1973, la Feria se ha establecido en el barrio de Los Remedios, en un terreno rectangular de algo más de kilómetro y medio de largo y seiscientos metros de ancho. Las calles son adornadas con miles de farolillos y por ellas puede verse durante el día el característico paseo de caballos, caballistas y coches tirados por enganches enjaezados y, a cualquier hora, el discurrir de la multitud, las mujeres con trajes flamencos y todo el mundo cantando y bailando sevillanas.
La Feria comienza cada año con el alumbrado, es decir, el encendido de las miles de lamparitas de luz de la portada, el lunes a las 12 de la noche. Termina el domingo siguiente con un espectáculo de fuegos artificiales.
Dicen los sevillanos que en la Semana Santa se mezcla alegría y pena, "porque cuando la semana llega, ahí mismo se empieza a ir".
