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jueves, 29 de diciembre de 2011

Semana Santa en Guatemala


En los días previos a Semana Santa, Antigua se convierte en un escenario sumergido en el color: en las iglesias más importantes, las vigilias del Domingo de Ramos son interrumpidas por procesiones de hasta ochenta hombres, denominados cucurucheros, cargando en sus espaldas imágenes del siglo XVII1.

Antes del amanecer del Viernes Santo, guatemaltecos vestidos como soldados romanos cabalgan por las calles de Antigua anunciando la inminente muerte de Cristo.

Ya al amanecer, una procesión que transporta la imagen de Jesús parte de la Escuela de Cristo, camina sobre alfombras de efímero arte que se deshacen bajo el andar de miles de feligreses y se detiene frente a la cárcel estatal: dos prisioneros benditos por la suerte son elegidos para unirse a la procesión portando pesadas cruces de madera; después serán liberados.

El sincretismo de ritos mayas y tradiciones católicas encuentra su expresión más acabada en Chichecastenango, en Santiago Atitlán, dando lugar a una idiosincrasia propia, diferente de las que la originaron. La espiritualidad maya, antigua y mágica, de profunda fe en sus dioses, hoy manifiesta cierta tendencia monoteísta-, sus ritos, especialmente explicitados en Semana Santa, emocionan y conmueven.

Inserta en este clima, la ciudad confiere a quien la visita una percepción nueva, un agudo sentido de sí mismo del que no se en cuentra causa o explicación, pero vale la pena vivenciar.

En las grandes iglesias de Chichicastenango, los hombres ingresan por la puerta principal con las manos cargadas de pétalos de flores que expresan los temas que el visitante debe resolver con Dios. Una vez que ocupan su sitio en la nave central, iluminada con el resplandor de velas blancas, las mujeres, los niños y demás integrantes de la comunidad acceden por la puerta lateral.

Todos se arrodillan alrededor de un hombre, quien permanece de pie y comienza a hablar a voz en cuello con ese Dios a quien apela reclamando justicia y comprensión. Mientras esto sucede, el párroco de la iglesia enciende el incienso y la escena, ante los ojos profanos, se torna surrealista.

Los martes y viernes, habitantes de poblaciones vecinas llegan a comprar y vender telas, máscaras, juguetes, verduras y plantas. Bajo las improvisadas carpas del mercado se entrecruzan idiomas y vestimentas de todas las etnias de la zona.

La Semana Santa en Guatemala ofrece un sinfín de posibilidades para descubrir y disfrutar de lugares, vivencias y costumbres que se convierten en experiencias fascinantes grabadas en la memoria