Al verlo, es imposible no recordar las lucecitas de casa y consolarse pensando que para algunos, la tarea fue más ardua. Si piensa visitarlo tenga en cuenta que
el Rockefeller Center suele estar un poco sobrepoblado en los días previos a
Nochebuena, por lo cual es conveniente armarse de paciencia, circular despacio y -por sobre todas las cosas- conservar
el espíritu navideño.
La escena se completa con la figura dorada de Prometeo que vigila a cientos de patinadores, algunos expertos y otros no tanto, en la pista de hielo del Centro. Por un promedio de US$15 por adulto y US$10 los menores, es posible jugar de local y ensayar algunas figuras al son de la música.
de tienda en tiendaOtra tarea que ocupa a los habitantes de esta ciudad es el window shopping o -como lo llamamos nosotros- mirar vidrieras: es gratis (por más interactivas que sean, tientan pero no obligan) y, en "la" Nueva York navideña, son un espectáculo en sí mismas. Cada año, las tiendas más afamadas invierten miles de dólares en hacer sus escaparates aún más grandiosos.
Si bien el tema es ineludible, cada una conserva su estilo y los "estrenos" se marcan en la agenda aglomerando a cientos de curiosos y deteniendo el tráfico de las avenidas.
Desde
el Rockefeller Center, puede cruzar hasta la Quinta Avenida, entre las calles 49 y 50, para asomarse a las vidrieras de Saks Fifth Ave. Su cercanía con el despliegue del abeto gigante hace que cada año los vidrieristas de Saks se vuelvan más inventivos y sus bolsas "calendario", las más populares de la ciudad. Continuando por la Quinta Avenida, entre la 38 y la 39 está Lord and Taylor, donde las colas para ver las típicas esceñas con figuras animadas se prolongan por varias cuadras.
La fila se mueve rápidamente, pero si quiere admirar estas bellezas con más calma, siempre es mejor darse una vuelta después del cierre, a las 9 de la noche.