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martes, 12 de abril de 2011

Turismo en Galicia - Santiago


Santiago es un reducto del tiempo, con soportales que guardan mesones en rúas empedradas, balconadas de pasos aristocráticos y fachadas platerescas, rococó y neoclásicas. Reivindica 192 días de lluvia al año, y las gárgolas de piedra que vomitan agua desde los tejados románicos, góticos y barrocos, hacen pensar que en esta ciudad "la lluvia es arte".

La importancia de la llegada, aunque no caiga en domingo como en los años Jacobeos, hace que peregrinos y turistas acudan en masa. Es imposible no verlos a pie, en bicicleta, en moto o a caballo, viajando o descansando por doquier y confirmando el lema según el cual "todos los caminos pasan por Santiago antes de llegar a Roma". Cuando se les pregunta qué tal el viaje, todos están encantados con la experiencia. Los peregrinos voluntarios parecen más entusiastas.

Al llegar a la ciudad y para concluir su viaje de acuerdo con la tradición, cumplen con el rito de dejar su huella en la columna central del Pórtico de la Gloria. Otros van a un restaurante de la calle Franco para probar una mará, la típica concha de Santiago o un queso de tetilla, según manda la gastronomía. Los más afortunados se instalan en el Hotel dos Reis Católicos, el magno edificio del antiguo Hospital Real, donde los peregrinos recibían ayuda. Pero la mayoría deambulan por la ciudad invadida por los gaiteros y por los grupos folclóricos que bailan y cantan en la ciudad vieja.

A partir de las 8pm empiezan a sentarse en el suelo a fin de ocupar un sitio para el espectáculo nocturno.

Hay dos opciones: instalarse en primera fila, en la plaza de la catedral, entre un baño de voces francesas e inglesas, o buscar un espacio más abierto, pero también más lejano. Las alturas del Parque de la Herradura ofrecen una buena alternativa. Allí se juntan todos los gallegos afincados fuera de Galicia que no quieren perderse la fiesta. Siguen horas de espera que favorecen la tertulia.

Los gallegos son gente acogedora y de mente abierta, porque conocen la realidad del mundo por experiencia propia o por intermedio de un familiar. De modo que los forasteros son algo así como los vecinos potenciales de los parientes emigrados.

sábado, 5 de marzo de 2011

Gran Canaria - cruce de alturas


A pesar de su nombre, y de su fama, Gran Canaria no es la de mayor superficie de las siete islas -aunque se sienta grande, y sus razones tiene. Con Tenerife arrastran una antigua rivalidad comparando permanentemente sus atracciones rurales, marinas y cosmopolitas.

En la ciudad Las Palmas, recorriendo Playa de las Canteras -una gigantesca medialuna dorada, de las playas urbanas más largas del mundo-, es sorprendente encontrar un curioso patcfiwork multirracial.

A una hora de Las Palmas, pasando por San Agustín, donde se encuentra el hotel Don Gregory, uno de los mejores de Gran Canaria, se llega a Maspalomas, una mezcla extraña de Sahara y pequeña Alemania, de magníficas playas, un faro que data de 1886 y doradas dunas que recuerdan a las de un desierto, y donde es posible realizar una excursión en camello.

Cerca de allí está Puerto Rico, con urbanizaciones que se presentan como infinitas colmenas,-su puerto, siempre alegre, siempre rico, es el mejor lugar para practicar cualquier tipo de deporte náutico. Luego de atravesar sinuosas curvas, altísimos acantilados y esquivando alienados conductores, se llega a Puerto Mogan.

Este exclusivísimo puerto -La Venecia Canaria, como lo llaman- es una sincronía de casas pintadas de blanco, como extraídas de un cuento, con rebordes de colores vivos y que poseen balcones donde por la noche desfilan ante nuestros ojos especialidades gastronómicas de todo el mundo. Después de semejante deleite, es recomendable un verdadero pub inglés.

Y si todavía no fuera suficiente, se puede terminar la jornada en el muelle disfrutando de la extraña fosforescencia que se produce en el agua, resultado de la comunión entre piedras, arena y luna.