A partir de muy temprano en la mañana, desde los minaretes musulmanes, se escucha las campanas de la iglesia, las llamadas al rezo y las oraciones de muchedumbres de judíos ortodoxos que rezan contra la pared occidental. La ciudad está llena de sonidos que a veces compiten y otras armonizan.
Jerusalén no es una ciudad turística. No es una ciudad preciosa, ni pintoresca, ni fácil. Al llegar a ella se encontrará con una sensación extraña de lo que es la aventura. La ciudad no permitirá marcharse con unas simples fotos instantáneas tomadas desde la ventana de un autobús.
Cualquier persona que usted encuentre aquí, desde el conductor del autobús hasta el alcalde, parece haber vivido mil vidas y puede recrearle los oídos con historias que desafían la imaginación. Jerusalén le cautivará, le maravillará y le hará permeable a la ternura de toda historia humana, desafiándole a que examine su propia identidad.
Es muy difícil entender lo que la gente dice en sus acalorados discursos, porque la mezcla dejenguases verdaderamente extraña y, desde luego, es fácil imaginar que cualquier lengua del mundo se habla en Jerusalén en algún momento del día.
La Santa Sede del Vaticano reconoció a Israel como el destino oficial del milenio. Visitar la capital durante las celebraciones de Semana Santa invita a realizar un recorrido muy espiritual.
Jerusalén se divide en tres secciones: la Ciudad Antigua, Jerusalén del oeste, y la parte oriental (Jerusalén árabe). La Ciudad Antigua, rodeada por una muralla que data del siglo XVI, tiene siete puertas. Las más importantes son la puerta de jaffa, el acceso principal de la ciudad nueva, y la puerta de Damasco, haciendo frente a Jerusalén del este. La Ciudad Antigua, empedrada en el centro, alberga los hogares de los musulmanes, judíos, cristianos y armenios.
La mayoría de sus calles estrechas se alinean con los lugares donde los comerciantes venden comestibles y artesanías tradicionales. La parte nueva tiene como centro la plaza de Sión y la famosa avenida Ben Yehuda, un paseo peatonal que invita a sentarse en los cafés al aire libre y donde la vida nocturna es realmente bulliciosa; continúa por la mayor vía pública, la calle de Jaffa, y la calle King George que apunta hacia las tres calles de Rehavia y la colonia alemana. Una vez atravesada, el recorrido se reanuda en la plaza Zahal en el centro de Jerusalén.
Desde aquí sigue a través del complejo ruso por los alrededores de la calle Haneviym (de los profetas) y entra en dos intrincados vecindarios: el de los ultraortodoxos Mea Shearim y el centenario barrio Bukharin. Después de inspeccionar el borde norte, la ruta va al oeste por el valle de la Cruz donde están el Parlamento nacional (Knesset) y el museo de Israel Muchos de los signos religiosos de lerusalén están situados en la Ciudad Antigua.
Al llegar, uno puede percibir, casi de inmediato que no puede haber otra ciudad más histórica que ésta. Si permanece el tiempo suficiente podrá imaginar a Mahoma, Jesús o Abraham enzarzados en un constante debate teológico alrededor de un café turco en cualquier es quina.
Jerusalén no es una ciudad turística. No es una ciudad preciosa, ni pintoresca, ni fácil. Al llegar a ella se encontrará con una sensación extraña de lo que es la aventura. La ciudad no permitirá marcharse con unas simples fotos instantáneas tomadas desde la ventana de un autobús.
Cualquier persona que usted encuentre aquí, desde el conductor del autobús hasta el alcalde, parece haber vivido mil vidas y puede recrearle los oídos con historias que desafían la imaginación. Jerusalén le cautivará, le maravillará y le hará permeable a la ternura de toda historia humana, desafiándole a que examine su propia identidad.
Es muy difícil entender lo que la gente dice en sus acalorados discursos, porque la mezcla dejenguases verdaderamente extraña y, desde luego, es fácil imaginar que cualquier lengua del mundo se habla en Jerusalén en algún momento del día.
La Santa Sede del Vaticano reconoció a Israel como el destino oficial del milenio. Visitar la capital durante las celebraciones de Semana Santa invita a realizar un recorrido muy espiritual.
Jerusalén se divide en tres secciones: la Ciudad Antigua, Jerusalén del oeste, y la parte oriental (Jerusalén árabe). La Ciudad Antigua, rodeada por una muralla que data del siglo XVI, tiene siete puertas. Las más importantes son la puerta de jaffa, el acceso principal de la ciudad nueva, y la puerta de Damasco, haciendo frente a Jerusalén del este. La Ciudad Antigua, empedrada en el centro, alberga los hogares de los musulmanes, judíos, cristianos y armenios.
La mayoría de sus calles estrechas se alinean con los lugares donde los comerciantes venden comestibles y artesanías tradicionales. La parte nueva tiene como centro la plaza de Sión y la famosa avenida Ben Yehuda, un paseo peatonal que invita a sentarse en los cafés al aire libre y donde la vida nocturna es realmente bulliciosa; continúa por la mayor vía pública, la calle de Jaffa, y la calle King George que apunta hacia las tres calles de Rehavia y la colonia alemana. Una vez atravesada, el recorrido se reanuda en la plaza Zahal en el centro de Jerusalén.
Desde aquí sigue a través del complejo ruso por los alrededores de la calle Haneviym (de los profetas) y entra en dos intrincados vecindarios: el de los ultraortodoxos Mea Shearim y el centenario barrio Bukharin. Después de inspeccionar el borde norte, la ruta va al oeste por el valle de la Cruz donde están el Parlamento nacional (Knesset) y el museo de Israel Muchos de los signos religiosos de lerusalén están situados en la Ciudad Antigua.
Al llegar, uno puede percibir, casi de inmediato que no puede haber otra ciudad más histórica que ésta. Si permanece el tiempo suficiente podrá imaginar a Mahoma, Jesús o Abraham enzarzados en un constante debate teológico alrededor de un café turco en cualquier es quina.