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Guía turística en Kenia

Viajar por Kenia requiere de todas las cosas que uno normalmente lleva cuando parte de viaje . Sin embargo, hay consejos que siempre viene...

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sábado, 19 de febrero de 2011

Yemen - turismo y magia en Medio Oriente


Tras las huellas de la reina
A 170km al noreste de Sana'a, se encuentra la antigua capital del reino de Saba, la rica Ma'rib. Hacia el siglo VIII a.C. se construyó en sus inmediaciones una represa de 16m de altura sobre el Wadi Adhana -wadi era el nombre que recibía un río de estación- que bañaba las tierras en torno a la ciudad y proveía sustento para 50.000 personas.

La represa y un moderno sistema de irrigación permitieron la creación de dos generosos jardines donde florecían y se multiplicaban las vides, allí donde otrora existía uno de los puntos de escala principal en la ruta del incienso. Pero, lamentablemente, el rico imperio de Saba, incluido su poderoso ejército, declinó y pocos siglos después lo acompañó la represa, lo que atrajo la miseria a sus ricas tierras.

De aquellos tiempos tan solo quedan unas pocas paredes, pilares y los restos, medio enterrados en las arenas de un templo dedicado al dios de la luna. Aún continúan las excavaciones con la esperanza de encontrar el palacio perdido de la reina de Saba. Recientemente se ha construido una nueva represa, el doble de grande que su prede-cesora, logrando poco a poco devolverle la vida a Ma'rib.

Cuenta la leyenda
Hace ya más de 3000 años, una enorme caravana de camellos cargados de oro, perfumes y piedras preciosas, partía hacia la lejana Jerusalén.

A la cabeza iba la más bella y poderosa de todas las mujeres, Balquis, la reina de Saba. Su cometido era llegar a la ciudad sagrada para poner a prueba la inteligencia de su soberano, el legendario rey Salomón. El encuentro dejaría una marca en el corazón de ambos monarcas, que ni las arenas del desierto podrían borrar.

Poco después, con la promesa de concederle todo lo que deseara, Salomón despedía a su amada, que regresaba a su magnífico reino, el actual Yemen.

martes, 15 de febrero de 2011

Viajes a Yemen - turismo en medio oriente


Quizás el más curioso de los zocos sea el del qat, donde los hombres gastan un tercio de su salario... y es que el qat es el vicio nacional. Las hojas de esta planta contienen una pequeña dosis de anfetaminas, que afortunadamente no provoca efectos secundarios a quien las consume.

Después del mediodía se puede ver a todos los hombres masticando estas hojas, que tienen la propiedad de quitar el apetito y el cansancio.

Si presta atención a la gente a su alrededor, podrá ver que ningún hombre anda sin su djambia a la cintura. Esta daga de afilada hoja y punta curva es menos un medio de defensa que un símbolo de masculinidad, honor y estatus.

Son baratas, pero las que tienen incrustaciones de plata y oro, y han estado en una familia por más de tres generaciones, pueden alcanzar en subasta los US$300, más del ingreso anual de un yemení.

Lo más sobresaliente de la ciudad es su arquitectura. Sus edificios de hasta 7 pisos de altura y 400 años de antigüedad, construidos con bloques de piedra y ladrillos de barro, constituyen una maravilla en sí misma. Arabescos en yeso blanco adornan las fachadas y sobre las diminutas ventanas, hermosos vitrales dejan pasar la luz a raudales.

Por todas partes abundan los baños turcos, mudos sobrevivientes de las invasiones otomanas de siglos pasados, mientras sobre los techos de la urbe, los minaretes de las mezquitas se estrechan hasta el cielo, tratando de llegar a él con sus pequeñas cúpulas.

Por sus calles empedradas es común encontrar grupos de hombres disputando una partida de dominó, el "deporte" nacional de Yemen, mientras sus mujeres transitan por los callejones vestidas de pies a cabeza en negros ropajes. No se le ocurra tomarles una fotografía, es una de las peores ofensas que puede infligirle a una mujer musulmana.

Si quiere pasar una noche inolvidable alójese en un fonduk, singular hotel instalado en una de estas casas. La cena llega en grandes bandejas hasta el salón de la recepción, donde deberá comerla sentado en el piso y usando las manos, porque los yemeníes no utilizan cubiertos.

A continuación los hombres del lugar, djambia en mano, inician una animada danza tradicional.
A la hora de dormir, hasta ocho colchones se extienden sobre las alfombras de los cuartos comunitarios.

domingo, 13 de febrero de 2011

Viajes a Medio Oriente


Tras una montaña se esconde un árido desierto; tras otra, un verde valle; y con cada ola que baña sus costas nos llegan rumores de un pasado plagado de riquezas sin fin y reinos fabulosos... Ciudades y mundos perdidos en el tiempo.

En un lejano rincón de la península arábiga, aplastado por la enorme Arabia Saudita desde el norte y peleándose la tierra con Omán por el este, Yemen espera a sus visitantes a orillas del mar Rojo y el océano índico.

Su historia, plagada de invasiones persas, otomanas, británicas, guerras civiles y golpes de estado, es palpable en cada esquina de sus ciudades y pueblos medievales, y tan inusitada como su arquitectura de altos y estrechos edificios de piedra, barro y paja. Prepárese, porque viajar a este país es como transportarse en la máquina del tiempo a través de los más sugestivos mitos y leyendas del mundo antiguo.

Por las calles de Sana'a En plena región montañosa, a 2500m sobre el nivel del mar, se yergue con orgullo Sana'a, la capital del país. Hasta los años 60, esta ciudad de exquisitas construcciones se hallaba todavía limitada por los muros de la mediría (ciudad vieja). Hoy sus casas se extienden por las afueras de la antigua muralla, en lo que antes fueran campos de cultivo.

Sin embargo, lo más atractivo de Sana'a se encuentra al traspasar la inmensa Bab al-Yemen, o puerta de Yemen. Pero ¡cuidado!, no venga a la ciudad con malas intenciones.

La leyenda dice que todo aquel que así lo hiciera, caería fulminado al cruzarla. Una vez traspasado ese "umbral", el aire impregnado de aromas a café, canela, nuez moscada y otras especias sorprende nuestro incauto olfato. Nos encontramos en el Souq al-Milh, el mercado que alberga en sus estrechas y sinuosas callecitas a más de 40 pequeños bazares, entre los que se destacan los de plata, cuero, especias, vegetales, pan, ropa y cobre.

Allí, entre rebuznos de asnos, roncas protestas de algún malhumorado camello y el griterío humano, los artesanos trabajan sus joyas y artefactos en cuclillas, a la vista de todos e inmutables ante las lentes de las cámaras fotográficas.