Hace muchos siglos, el encanto de este paisaje ciertamente atrajo a los mayas, propiciando el que dieran rienda suelta a su creatividad y forjaran una gloriosa civilización. Dejaron de lado la guerra y se dedicaron a la ciencia derramando, en todos los rincones posibles, su inestimable cultura.
Ya en el umbral del tercer milenio, el que fuera majestuoso imperio poblado por ciudades, templos y enigmáticos monumentos abre sus puertas al mundo entero, en medio de la alegría y la calidez que brinda el pueblo mexicano.
¡Adelante!, entonces. Pase e investigue el pasado multicolor que se esconde en esta región.
El primer contacto que se tiene al bajar del avión en Cancún es con el dulce calor caribeño... el segundo, con la genialidad de su gente. "¡Ándale ma-nito, échale mano a la maleta que este cuate se queda!", bromeaba un alborotado lugareño al salir del aeropuerto.
Al arribar al hotel Barceló Club Las Perlas una multitud, que cantaba frenéticamente a metros del cristalino mar, acrecentaba el deseo de ponerse un short y correr a estrenar las vacaciones con el primer chapuzón. Finalizado el check-in y después de las explicaciones de cómo funciona el sistema "todo incluido", nos guiaron por un laberinto de estilo mediterráneo hasta la habitación. Cuando el maletero abrió la puerta y corrió las cortinas del ventanal que da al balcón, el Caribe desplegó sin humildad lo mejor de sus colores.
Los días en Cancún transcurren agitadamente. Todo es posible en wonderland: buceo en Isla Mujeres, travesías en jet ski por los manglares, parasailing, excursiones de pesca, cabalgatas por la playa... y un sinfín de actividades más.
Un paseo por los grandes malls donde Karan, Gucci, Armani y todas las marcas imaginables tienen sus boutiques, permite combinar el shopping con una cena original en el legendario Hard Rock Café o el Rainforest, ambos en el malí Forum. Este último es un restaurante ambientado en plena jungla. Del techo cuelgan lianas, heléchos y enredaderas; la luz es tenue y se cena en medio de grandes peceras, escuchando sonidos de múltiples animales.
Mucho menos sofisticado pero más pintoresco es el centro de la ciudad. Allí infinidad de barcitos y pequeños restaurantes con precios muy accesibles hacen gala de la verdadera cocina mexicana. La muerte llega de la mano de los chiles en Nogada (con carne picada, crema agria y cacao) y por supuesto los clásicos tacos.
Ya en el umbral del tercer milenio, el que fuera majestuoso imperio poblado por ciudades, templos y enigmáticos monumentos abre sus puertas al mundo entero, en medio de la alegría y la calidez que brinda el pueblo mexicano.
¡Adelante!, entonces. Pase e investigue el pasado multicolor que se esconde en esta región.
El primer contacto que se tiene al bajar del avión en Cancún es con el dulce calor caribeño... el segundo, con la genialidad de su gente. "¡Ándale ma-nito, échale mano a la maleta que este cuate se queda!", bromeaba un alborotado lugareño al salir del aeropuerto.
Al arribar al hotel Barceló Club Las Perlas una multitud, que cantaba frenéticamente a metros del cristalino mar, acrecentaba el deseo de ponerse un short y correr a estrenar las vacaciones con el primer chapuzón. Finalizado el check-in y después de las explicaciones de cómo funciona el sistema "todo incluido", nos guiaron por un laberinto de estilo mediterráneo hasta la habitación. Cuando el maletero abrió la puerta y corrió las cortinas del ventanal que da al balcón, el Caribe desplegó sin humildad lo mejor de sus colores.
Los días en Cancún transcurren agitadamente. Todo es posible en wonderland: buceo en Isla Mujeres, travesías en jet ski por los manglares, parasailing, excursiones de pesca, cabalgatas por la playa... y un sinfín de actividades más.
Un paseo por los grandes malls donde Karan, Gucci, Armani y todas las marcas imaginables tienen sus boutiques, permite combinar el shopping con una cena original en el legendario Hard Rock Café o el Rainforest, ambos en el malí Forum. Este último es un restaurante ambientado en plena jungla. Del techo cuelgan lianas, heléchos y enredaderas; la luz es tenue y se cena en medio de grandes peceras, escuchando sonidos de múltiples animales.
Mucho menos sofisticado pero más pintoresco es el centro de la ciudad. Allí infinidad de barcitos y pequeños restaurantes con precios muy accesibles hacen gala de la verdadera cocina mexicana. La muerte llega de la mano de los chiles en Nogada (con carne picada, crema agria y cacao) y por supuesto los clásicos tacos.
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