Sobre el río Iguazú y 15km antes de su confluencia con el Paraná, una falla en forma de medialuna de 2700m de ancho y 80 de profundidad alberga a una de las siete maravillas del mundo, las Cataratas del Iguazú. Descubiertas en 1542 por el conquistador y expedicionario español Alvar Núñez Cabeza de Vaca, en guaraní su nombre significa "agua grande".
Cuenta la leyenda que los 275 saltos que la conforman, fueron creados cuando el dios Mboi, furioso con la hermosa Naipi -quien había huido la noche de su consagración con el joven y apuesto Torobá- penetró en las entrañas de la tierra y se retorció hasta crear la gigantesca grieta.
La desobediente Naipi fue transformada en una roca para ser castigada eternamente por los inagotables saltos de agua, mientras Torobá se mece impotente en forma de palmera al borde del abismo bajo el cual habita el maléfico dios.
Compartidas por Argentina y Brasil y rodeadas de una abundante selva subtropical, el mejor punto para empezar a conocerlas, es seguramente por el lado brasileño, desde donde se puede tener una vista cautivante del conjunto de las cataratas.
Un paseo muy atractivo y completo al Salto del Macuco comienza en el interior del Parque Nacional do Iguagu, donde en jeep se atraviesan 7km de una jungla de altísimos árboles que alcanzan los 35m de altura. Más de 2 mil especies vegetales y 400 tipos de aves dan vida a esta reserva natural, donde tucanes, flamencos y pájaros de mil colores se mezclan en las alturas con los curiosos monos capuchinos.
Del parque al río se transitan 500m por escarpados y rústicos caminos plagados de magníficas mariposas y hambrientos coatís que al menor descuido saltan sobre las mochilas en busca de alimento. Una vez en el río, lanchas a motor lo trasladan a través de los rápidos'has-ta llegar al cañón donde el potente salto cae con un ensordecedor barullo a sus pies. El impermeable y las zapatillas de goma son indispensables para iniciar la travesía; las embarcaciones llegan tan cerca de la base de la catarata que uno termina completamente empapado.
Otra forma de admirar este deslumbrante panorama es en helicóptero. El vuelo, de 7 minutos de duración, cuesta US$50, mientras que el costo del viaje que llega hasta la represa de Itai-pú, de 35 minutos, es de US$100.
A través del puente Tancredo Neves se cruza al lado argentino. Aquí se contemplan las cataratas más de cerca y, por lo tanto, resultan más impresionantes. El Parque Nacional Iguazú cuenta con dos circuitos que recorren las partes baja y alta, entre un mar de jade y caminos de madera.
El circuito inferior, que se realiza en dos horas, sorprende en cada vuelta de camino porque discurre a través de suaves cascadas rodeadas de verde follaje. La expedición culmina en Puerto Peligro, donde una balsa, por US$5, llega a la Isla San Martín con su prodigiosa vista de la cascada Garganta del Diablo. Desde el agua se aprecia una roca en forma de ventana muy curiosa y tras ella una pequeña cascada y un lago que deleitan al bañista.
Cuenta la leyenda que los 275 saltos que la conforman, fueron creados cuando el dios Mboi, furioso con la hermosa Naipi -quien había huido la noche de su consagración con el joven y apuesto Torobá- penetró en las entrañas de la tierra y se retorció hasta crear la gigantesca grieta.
La desobediente Naipi fue transformada en una roca para ser castigada eternamente por los inagotables saltos de agua, mientras Torobá se mece impotente en forma de palmera al borde del abismo bajo el cual habita el maléfico dios.
Compartidas por Argentina y Brasil y rodeadas de una abundante selva subtropical, el mejor punto para empezar a conocerlas, es seguramente por el lado brasileño, desde donde se puede tener una vista cautivante del conjunto de las cataratas.
Un paseo muy atractivo y completo al Salto del Macuco comienza en el interior del Parque Nacional do Iguagu, donde en jeep se atraviesan 7km de una jungla de altísimos árboles que alcanzan los 35m de altura. Más de 2 mil especies vegetales y 400 tipos de aves dan vida a esta reserva natural, donde tucanes, flamencos y pájaros de mil colores se mezclan en las alturas con los curiosos monos capuchinos.
Del parque al río se transitan 500m por escarpados y rústicos caminos plagados de magníficas mariposas y hambrientos coatís que al menor descuido saltan sobre las mochilas en busca de alimento. Una vez en el río, lanchas a motor lo trasladan a través de los rápidos'has-ta llegar al cañón donde el potente salto cae con un ensordecedor barullo a sus pies. El impermeable y las zapatillas de goma son indispensables para iniciar la travesía; las embarcaciones llegan tan cerca de la base de la catarata que uno termina completamente empapado.
Otra forma de admirar este deslumbrante panorama es en helicóptero. El vuelo, de 7 minutos de duración, cuesta US$50, mientras que el costo del viaje que llega hasta la represa de Itai-pú, de 35 minutos, es de US$100.
A través del puente Tancredo Neves se cruza al lado argentino. Aquí se contemplan las cataratas más de cerca y, por lo tanto, resultan más impresionantes. El Parque Nacional Iguazú cuenta con dos circuitos que recorren las partes baja y alta, entre un mar de jade y caminos de madera.
El circuito inferior, que se realiza en dos horas, sorprende en cada vuelta de camino porque discurre a través de suaves cascadas rodeadas de verde follaje. La expedición culmina en Puerto Peligro, donde una balsa, por US$5, llega a la Isla San Martín con su prodigiosa vista de la cascada Garganta del Diablo. Desde el agua se aprecia una roca en forma de ventana muy curiosa y tras ella una pequeña cascada y un lago que deleitan al bañista.
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