A Tambor latiente en el mar
Recostada sobre el Pacífico, esta playa es un canto a la naturaleza e ideal para descansar a la sombra; muy cerca, isla Tortuga y la población Montezuma son urna tentación irresistible.
Palmeras, hamacas tejidas que la brisa mece apenas, casi 1Okm de playa, algunos tucanes, una candada de cotorras, ardillas y el rumor del Océano Pacífico envuelven a Bahía Ballena. Cae la tarde, y playa Tambor -costa oeste del golfo de Nicoya- es un contraluz dorado. Solo hay que darse al devenir lento de la noche tempranera. Un centro minúsculo de calles de arena convoca a los artesanos que esperan que lleguen los turistas para vender los trabajos en madera.
A pocos pasos de la calle de arena que se abre desde la playa, comienza una picada que lleva a la cascada Montezuma. Hay que "escalar" durante 30 minutos costeando el agua, trepar las piedras y las raíces enormes de los árboles añejos.
Parte del encanto es que no se han construido pasillos para llegar hasta la poza, así es que hay que arremangarse bien los pantalones y calzarse las botas, para que terminen empapadas, pero bien vale la pena. Entre piedras y monte verde, un enorme caudal de agua cae en catarata y estalla contra las blancas piedras. Treinta metros de altura, y una poza de 18 metros de diámetro que refleja el verde de los montes. Es la tercera cascada más grande de Costa Rica.
Costa Rica tiene reputación de ser el oasis de la calma entre sus turbulentos vecinos. Las atracciones naturales del país y su cuidado hacen de este territorio una visita memorable. Los gobiernos sucesivos han hecho un esfuerzo verdadero para preservar la imagen del país como cielo del ecotourismo, haciendo de Costa Rica uno de los mejores espacios para experimentar las zonas tropicales en su estado natural, con todo su esplendor.
Recostada sobre el Pacífico, esta playa es un canto a la naturaleza e ideal para descansar a la sombra; muy cerca, isla Tortuga y la población Montezuma son urna tentación irresistible.
Palmeras, hamacas tejidas que la brisa mece apenas, casi 1Okm de playa, algunos tucanes, una candada de cotorras, ardillas y el rumor del Océano Pacífico envuelven a Bahía Ballena. Cae la tarde, y playa Tambor -costa oeste del golfo de Nicoya- es un contraluz dorado. Solo hay que darse al devenir lento de la noche tempranera. Un centro minúsculo de calles de arena convoca a los artesanos que esperan que lleguen los turistas para vender los trabajos en madera.
A pocos pasos de la calle de arena que se abre desde la playa, comienza una picada que lleva a la cascada Montezuma. Hay que "escalar" durante 30 minutos costeando el agua, trepar las piedras y las raíces enormes de los árboles añejos.
Parte del encanto es que no se han construido pasillos para llegar hasta la poza, así es que hay que arremangarse bien los pantalones y calzarse las botas, para que terminen empapadas, pero bien vale la pena. Entre piedras y monte verde, un enorme caudal de agua cae en catarata y estalla contra las blancas piedras. Treinta metros de altura, y una poza de 18 metros de diámetro que refleja el verde de los montes. Es la tercera cascada más grande de Costa Rica.
Costa Rica tiene reputación de ser el oasis de la calma entre sus turbulentos vecinos. Las atracciones naturales del país y su cuidado hacen de este territorio una visita memorable. Los gobiernos sucesivos han hecho un esfuerzo verdadero para preservar la imagen del país como cielo del ecotourismo, haciendo de Costa Rica uno de los mejores espacios para experimentar las zonas tropicales en su estado natural, con todo su esplendor.
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