Los Primeros Contactos con África
El Nairobi National Park queda a unas pocas millas de distancia, al sur de la ciudad, en dirección a Langata. Es un excelente comienzo para calentar motores en lo que a safaris se refiere.
Principalmente sabana y praderas, el parque no posee límites naturales, lo que permite que el avistamiento de ciertas especies sea posible durante las épocas del año en que los animales no migran. Muchos viven en las cercanías del río Mbagathi; los más buscados son los hipopótamos y los grandes felinos.
Las visitas guiadas duran por lo general entre tres y cuatro horas y se contratan desde la ciudad en la mayoría de los hoteles. Un tip: la mejor hora para esta mi-niaventura es el amanecer, doble espectáculo por el precio de uno.
A la salida del parque, un centro cultural llamado Bomas de Kenia está abierto al público para conocer por lo menos a uno de los tantos pueblos que forman la sociedad keniana, y empaparse de su cultura.
En sus casas de adobe y paja, con sus pieles y taparrabos, y entre danzas, cantos, tambores y hermosas artesanías, los bomas reciben a los curiosos que hasta allí se acercan.
El National Museum también sirve como una buena introducción al país y a su gente, y es uno de los referentes preferidos por los científicos de todo el mundo para sus investigaciones: posee los secretos del origen de la humanidad ya que en Kenia se han encontrado restos humanos de mucha antigüedad.
Utensilios, artesanías e interesantes costumbres de vida son representados con gran realismo. Para llegar, hay que tomar la avenida Uhru hasta la calle Museum Hill, que es donde se encuentra esta buenísima exposición.
Una joyita más. Muchos deben acordarse de la maravillosa película titulada África mía, interpretada por Meryl Streep, quien revivió en la pantalla grande la vida de una mujer ejemplar llamada Karen Blixen. Su casa, convertida hoy en museo, está en medio de uno de los cafetales más grandes del país. Restaurada para inmortalizar la memoria de la baronesa Blixen, conserva gran parte de los muebles originales, espléndidos jardines y una vista impresionante de las montañas Ngong. El aire de romanticismo que sembró Mme. Karen, como aún la siguen llamando, perdurará sin lugar a dudas por varias décadas. Una visita que queda en el corazón.
El Nairobi National Park queda a unas pocas millas de distancia, al sur de la ciudad, en dirección a Langata. Es un excelente comienzo para calentar motores en lo que a safaris se refiere.
Principalmente sabana y praderas, el parque no posee límites naturales, lo que permite que el avistamiento de ciertas especies sea posible durante las épocas del año en que los animales no migran. Muchos viven en las cercanías del río Mbagathi; los más buscados son los hipopótamos y los grandes felinos.
Las visitas guiadas duran por lo general entre tres y cuatro horas y se contratan desde la ciudad en la mayoría de los hoteles. Un tip: la mejor hora para esta mi-niaventura es el amanecer, doble espectáculo por el precio de uno.
A la salida del parque, un centro cultural llamado Bomas de Kenia está abierto al público para conocer por lo menos a uno de los tantos pueblos que forman la sociedad keniana, y empaparse de su cultura.
En sus casas de adobe y paja, con sus pieles y taparrabos, y entre danzas, cantos, tambores y hermosas artesanías, los bomas reciben a los curiosos que hasta allí se acercan.
El National Museum también sirve como una buena introducción al país y a su gente, y es uno de los referentes preferidos por los científicos de todo el mundo para sus investigaciones: posee los secretos del origen de la humanidad ya que en Kenia se han encontrado restos humanos de mucha antigüedad.
Utensilios, artesanías e interesantes costumbres de vida son representados con gran realismo. Para llegar, hay que tomar la avenida Uhru hasta la calle Museum Hill, que es donde se encuentra esta buenísima exposición.
Una joyita más. Muchos deben acordarse de la maravillosa película titulada África mía, interpretada por Meryl Streep, quien revivió en la pantalla grande la vida de una mujer ejemplar llamada Karen Blixen. Su casa, convertida hoy en museo, está en medio de uno de los cafetales más grandes del país. Restaurada para inmortalizar la memoria de la baronesa Blixen, conserva gran parte de los muebles originales, espléndidos jardines y una vista impresionante de las montañas Ngong. El aire de romanticismo que sembró Mme. Karen, como aún la siguen llamando, perdurará sin lugar a dudas por varias décadas. Una visita que queda en el corazón.
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