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martes, 29 de marzo de 2011

Desiertos - Arena sin Fin


Arenas sin fin

A 400km al sur de Túnez se encuentra el pueblo Matmata. Su ocre paisaje lunar resulta muy familiar y es que aquí mismo se filmaron tanto las escenas del desierto de La guerra de las galaxias como Los cazadores del arca perdida y El paciente inglés, entre muchos otros filmes.

Hoyos en el suelo conducen a las construcciones trogloditas que aún hoy albergan a las poblaciones del desierto, que encuentran bajo tierra un mejor clima para su vida diaria. Una rápida parada en el bar del hotel Sidi Drissi, más conocido como la cantina de La guerra de las galaxias, calmará la sed y tal vez, solo tal vez, se pueda ver entrar al rudo y sarcástico Han Solo.

Hacia el sudoeste, rodeada de ondulantes dunas, aparece Douz, la puerta del desierto. Desde aquí se pueden organizar safaris saharianos de hasta una semana de duración, a camello, a pie o a bordo de confortables 4x4.

Si la decisión es el dromedario, no hay que dejarse engañar por sus hermosas y largas pestañas, y mejor será tratar de hacer buenas migas con él antes de la partida: bicho caprichoso y malhumorado, si uno no le cae simpático puede intentar darle un mordiscón a la primera oportunidad, o salir corriendo como despavorido por el medio del desierto. Es conveniente tener la precaución de guardar todo equipo fotográfico o electrónico en bolsas de plástico con cierre hermético para evitar que resulten dañados: la arena del desierto es ultrafina y penetra en todo lo que encuentra a su paso.

Douz es también famosa por su Festival del Sahara que se celebra todos los años en el mes de diciembre. Durante tres días se llevan a cabo carreras de camellos y de los hermosísimos purasangre árabes, ricamente adornados para la ocasión.

Canciones, danzas y casamientos bereberes alegran el resto de las jornadas. Este pequeño poblado es también conocido por su mercado, el mejor de Túnez. Cada jueves, los tuareg, aquellos nómades de pieles y vestimentas azules, llegan del desierto para vender o trocar camellos, caballos, hermosas monturas o preciosas joyas de plata. Para despedirse del desierto y de Douz, nada mejor que un paseo en globo al amanecer o atardecer, cuando duna tras duna se visten de inusitadas rosas y lilas.

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