El Great Court del Museo Británico, una noria gigante y el Domo del Milenio, que se transformó en el Drama del Milenio cuando tantos ingleses cuestionaron llorando el destino de sus sagrados impuestos y sus billetes de lotería.
Pasaron las fiestas, el Domo cerró, el Puente del Milenio aún es intransitable y por donde se la mire, la noria del BA Lon-don Eye "no pega ni con cola" con la silueta de las Casas del Parlamento y el emblemático Big Ben. Pregunte cuanto quiera: no habrá un londoner que no haga un comentario teñido de ese sarcasmo tan británico.
Lo cierto es que los resabios monárquicos y otros atractivos tradicionales siguen probando tener más consistencia, aun cuando algunos -como el cambio de guardia del Palacio de Buckingham-hayan adquirido un arquetípico tinte turístico.
Hay herencias felices: si este es su segundo viaje, probablemente no reconozca el South Bank, con el reconstruido teatro Globe y la nueva Tate Gallery. En el ocaso del verano los tours están de oferta, el sol todavía brilla y para los que prefieren el circuito tradicional, las colas en el museo de cera de ladame Tussaud o en la Torre de Londres no les aguarán la fiesta. Sorpresa ante los precios, lo cual es un buen motivo para no sentir culpa como turista.
Sin embargo, Londres está repleta de pequeños placeres gratuitos como el Speaker's Córner en Hyde Park, un espacio abierto al público que quiera expresar sus opiniones los domigos de mañana; el espectáculo no tiene precio. Aun en una de las ciudades más caras del mundo, disfrutar sin sentirse víctima y poner a dieta la billetera no es un imposible: solo hay que tener claro dónde quedarse, dónde comer, qué ver y -preferiblemente- saberlo de antemano.
Pasaron las fiestas, el Domo cerró, el Puente del Milenio aún es intransitable y por donde se la mire, la noria del BA Lon-don Eye "no pega ni con cola" con la silueta de las Casas del Parlamento y el emblemático Big Ben. Pregunte cuanto quiera: no habrá un londoner que no haga un comentario teñido de ese sarcasmo tan británico.
Lo cierto es que los resabios monárquicos y otros atractivos tradicionales siguen probando tener más consistencia, aun cuando algunos -como el cambio de guardia del Palacio de Buckingham-hayan adquirido un arquetípico tinte turístico.
Hay herencias felices: si este es su segundo viaje, probablemente no reconozca el South Bank, con el reconstruido teatro Globe y la nueva Tate Gallery. En el ocaso del verano los tours están de oferta, el sol todavía brilla y para los que prefieren el circuito tradicional, las colas en el museo de cera de ladame Tussaud o en la Torre de Londres no les aguarán la fiesta. Sorpresa ante los precios, lo cual es un buen motivo para no sentir culpa como turista.
Sin embargo, Londres está repleta de pequeños placeres gratuitos como el Speaker's Córner en Hyde Park, un espacio abierto al público que quiera expresar sus opiniones los domigos de mañana; el espectáculo no tiene precio. Aun en una de las ciudades más caras del mundo, disfrutar sin sentirse víctima y poner a dieta la billetera no es un imposible: solo hay que tener claro dónde quedarse, dónde comer, qué ver y -preferiblemente- saberlo de antemano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario