Cada mañana, bien temprano,
Fez se levanta con el canto monocorde del muezzin quien, desde las alturas de un minarete, invita a los fieles a la oración. No importa dónde estén, los creyentes se apoyan sobre sus talones, orientan la mirada hacia La Meca y recitan, como murmurando, los versos del Corán.
Este rito se repite cinco veces al día y, si bien no todos los marroquíes lo cumplen, es posible ver, ya sea en el interior de un negocio o en una esquina de la medina, cómo
los musulmanes dejan sus quehaceres para dedicarse, por unos instantes, a rezar.
Ni bien ingresa a la medina, el viajero queda librado a su suerte, a su olfato, a la brújula que tenga incorporada o al curso Aprenda árabe en diez días que tomó antes de
viajar. Todos los recursos son válidos, porque el laberinto es vasto y los senderos que se bifurcan, también. Ante la duda, abstenerse, pensarán algunos y contratarán, sin más, a un guía local.
Este proceso que parece muy sensato, puede complicarse si uno se topa con un faux guide o guía falso. No es para preocuparse, sino más bien para estar prevenido. Este personaje, muy simpático, se acercará a los turistas con cualquier excusa, por ejemplo: "¿Alemán, español? ¡Ah!, de Argentina...
Maradona (infalible). Ustedes son pobres como nosotros, del Tercer Mundo... tres bien (contento por su descubrimiento). Mi nombre es Abderrafá, ¿quieren tomar un té conmigo? Hoy no tuve clases y me gustaría practicar mi español," Suena tan cálido que es fácil acceder, un rato más tarde, a recibir sus servicios como guía.
Y así. casi musicalmente, una cosa lleva a la otra, pasean por la medina, compran
artesanías y hasta comerían perdices si, acaso fortuitamente, no se enteraran que estuvieron en una falsa medina con un falso guía. En efecto, ¡a estrategia del joven es llevar a los turistas a un barrio alejado, con callecitas estrechas y poca gente, porque en el souk la policía detecta que es un guía trucho.